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viernes, 10 de febrero de 2012

...Y LLEGARON LOS FRÍOS



          Los días se fueron acortando y el frío comenzó a aparecer. En la clase teníamos una estufita de butano que calentaba poco y mal. Desde el primer día se convirtió en mi mayor pesadilla.No vivía tranquila  pensando  que alguno, con su ir y venir alocado, se cayera encima y se quemara sin querer. La coloqué en una esquina, lo más lejos posible del paso de los niños y a ellos les atemoricé para que no se acercaran, pero aún así no me relajaba y estaba más pendiente de la estufa que de cualquier otra cosa. Tampoco solucionaba mucho ese pequeño artefacto, en una clase tan grande como aquella y de techos tan altos, era insuficiente el calor que producía . Las manos se me quedaban heladas escribiendo y de vez en cuando tenía que acercarme a ella a calentarlas para que pudieran seguir funcionando. Aunque la verdad es que prefería pasar un poco de frío antes que ocurriera algún accidente. Estaba siempre inquieta con la dichosa estufa...¡y el inverno todavía ni había empezado!

          Cuando cerraba la verja de la escuela por la tarde, era ya casi de noche, las calles estaban desiertas y solo el olor a leña de las chimeneas encendidas hacía suponer que el pueblo estaba habitado.Era un olor que me gustaba porque sabía a pueblo, a campo, a ambiente rural y porque donde vivía no lo había, y era un olor bonito, entrañable , de otoño, que me llevaba a mi infancia, cuando en una pequeña casita de campo que tenía mi padre encendíamos el fuego de la chimenea..Y así, envuelta en mi abrigo y mis recuerdos, con el bolso en una mano y en la otra un montón de cuadernos, recorría el corto espacio hasta  mi cuarto solitario. Lo hacía sin prisa, alargando el momento de la llegada, pese al frío y lo desapacible del tiempo porque sabía que, una vez  allí ,me esperaban largas horas de aburrimiento hasta que llegara la hora de cenar en el Casino.

          A primeros de noviembre el tiempo empeoró, llegaron unas lluvia muy intensas que dejaron el pueblo convertido en un lodazal. Las calles, en su mayoría de tierra, se volvieron intransitables y la luz sufrió varios apagones.  Uno de aquellos días de temporal ,a las nueve, como era mi costumbre, iba a dirigirme al Casino para cenar, cuando Felisa me detuvo:
-¿Dónde va, usted? ¿No ve la que está cayendo?
Pero yo obstinada en salir no le dí importancia a la cortina de agua que no dejaba ver lo que había detrás
- Si no es nada, cojo el paraguas...si el Casino está aquí, a un paso...
Y sin esperar respuesta me marché. Pero no conseguí ni tan siquiera doblar la esquina. Las calles se habían convertido en verdaderos ríos que no respetaban ni aceras, ni portales, ni nada que estuviera a ras de tierra. Venían turbias, llenas de lodo y de ramos , cantos y  todo lo que conseguian llevarse a su paso. Yo intentaba sortear el agua saltando de piedra en piedra a la vez que luchaba para que el paraguas no me fuera arrebatado con la fuerza del viento. El agua me azotaba la cara, me empapaba el pelo, el abrigo y se me metía en los zapatos y los encharcaba. Me dí cuenta que había sido una locura salir, pero aún así intenté seguir un poco más. El Casino estaba doblando la esquina y bajando un poco la calle, pero al alcanzar la siguiente casa, el pueblo entero quedó completamente a oscuras y ya no ví ni calle, ni esquina, ni nada de nada. Quedó todo oscuro " como boca de lobo" y yo a merced del temporal. A tientas,volví sobre mis pasos, muy pegadita a la pared de las casas hasta dar con la de Felisa.  La mujer, al verme aparecer en aquel estado lamentable, se llevó las manos a la cabeza. Y yo a  modo de disculpa le dije.
-.No pensaba que el tiempo estaba así.No he podido ni llegar a la esquina...
-¡Ande, ande, pase! ¡Séquese un poco y baje luego a tomar algo caliente con nosotros!
Y así lo hice.  El caldito que me preparó me reconfortó y yo se lo agradecí en el alma.Cuando la luz volvió, vimos por la televisión que toda la España norte estaba inundada, y que el agua en muchas aldeitas se había llevado las casas y los enseres
-¡Todavía tenemos que dar gracias a Dios!- comentó Felisa

          A la mañana siguiente la lluvia se marchó, pero dejó el pueblo sucio, lleno de barro, piedras, ramas rotas y  charcos insalvables. Las calles tardarían mucho tiempo en volver a su aspecto habitual Aquel día me las ví y me las deseé para llegar a la verja.

          Ahora, cuando salgo de mi actual colegio por la tarde y voy de regreso a casa en mi coche, me acuerdo de aquellas tardes, me vienen a la memoria el olor de las chimeneas, el color del cielo, el frío desapacible de la estación otoñal...y pienso...¡Treinta años ya me separan de aquello! ¡Cómo ha podido pasar el tiempo tan deprisa! Entonces era joven e inexperta, ahora ya no soy joven pero si acumulo una gran cantidad de experiencias que me han hecho conocer y manejar  bien esta profesión. El tiempo no es tan despiadado como nosotros creemos, pues aunque nos quita la vida lentamente nos da otras cosas a cambio.



         

7 comentarios:

  1. Querida Pilar toda tu "crónica" es entrañable
    y nos haces ver con nitidez como vivian los maestros hace solamente tres lustros!!! Pero el final lo bordas: el tiempo no es tan despiadado.......aunque nos quita la vida lentamente nos da "otras cosas" a cambio...cuanta razon tienes !!!!! He disfrutado mucho como siempre siguiendote en tu aventura de maestra incipiente!!!! un abrazo de Begoña

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  2. ¡¡¡Que encantador relato!!!
    Mientras te leía, yo también recordaba en un invierno de antaño, cuando coloqué la estufa cerca de mi mesa en la oficina de una gestoría. Cuando el jefe me vio, se echó las manos a la cabeza diciendo:¿Pero señorita, tiene usted tanto frío? jajaja...claro que lo tenía y ?Sabes una cosa?...Lo sigo teniendo, sobre todo ahora que aquí estamos a bajo cero.

    Un fuerte beso

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  3. Querida amiga: La vida que aquellas maestras soportaron, junto con sus alumnos, no se parecen en nada a la que disfrutan hoy nuestros hijos o nietos.
    Antes, en la mayoría de las escuelas estatales, la única calefacción, era una estufa de piñón que la maestra debía de encender todas las mañanas.
    Hoy todo es distinto, las aulas son amplias y tienen variedad de actividades, hasta un espacio con ordenadores para que vayan manejando el ratón ¡con el trabajo que me ha costado a mí!
    Te dejo un fuerte abrazo.
    Kasioles

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  4. Que lindo relato, nos transportas a esa lluvia tan copiosa, y nos regalas un recuerdo de tu vida.

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  5. Me ha gustado tu relato. Tienes un blog muy bello y muy personal... si cabe decirlo.

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  6. No he vivido algo así, pero leyéndote me he sentido allí, en medio de aquella luvia... es como dices: la vida nos quita unas cosas y nos va dando otras a cambio.

    Un abrazo.

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