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sábado, 21 de enero de 2012

MIS PRIMEROS ALUMNOS



          Eran veinte enanitos de cuatro años que me miraban curiosos, pero me trataban con total familiaridad. Ninguno lloraba a la hora de entrar , ni se les veía desconfiados por quedarse con una persona extraña a la que no habían visto nunca. Han pasado casi treinta años de aquello y todavía me acuerdo del nombre de algunos de ellos.
          Había uno que se llamaba José Luis. Era delgadito y de pelo rubio. Muy alegre y de buena capacidad intelectual. Siempre terminaba el trabajo de los primeros y le encantaba jugar con los bloques lógicos y la plastilina. Resuelto, inquieto y con buenas habilidades sociales. A su lado se sentaba María, una niñita tímida y pequeñita que pasaba por la clase casi desapercibida. Me daba pena esta niña. No tenía madre, murió al poco de nacer ella y su padre andaba siempre de viaje por motivos de trabajo, casi no le veía. Se criaba con su abuela, una persona muy mayor que siempre iba vestida de negro de pies a cabeza, con una toquilla de las de antes. Cuando la veía me parecía que el tiempo retrocedía veinte o treinta años. Mujer huraña y de pocas palabras,  a penas la entendía cuando me hablaba ( las pocas veces que se dirigió a mí). Estoy segura que la niña recibía pocas muestras de cariño, que nadie se entretenía en jugar con ella ni contarle algún cuento por las noches.Se le notaba algo extraño, diferente del resto. Sus ropas eran muy modestas, y es muy probable que su familia pasara dificultades económicas Por eso me daba pena, y por eso la rodeaba de atenciones.
          En el grupo también estaban Jorge, el hijo del director de la Caja, que era de los más pequeños  y se notaba un poco su inmadurez con relación al resto; Pilar, una niña que siempre iba muy bien arregladita...Alejandro, el del médico, que vivía solo con su padre.  Recuerdo que un día se hizo caca en mitad de la mañana, se puso a llorar y cuando me acerqué un poco, en seguida comprendí lo que era por el olor.¡Me dieron los siete males y medio! ¡Menudo apuro! Allí sola, sin saber qué hacer, sin teléfono para avisar a nadie y diecinueve renacuajos pegados a mis faldas.. le llevé al servicio,le limpié como pude,  pero el niño seguía sucio y olía fatal, Estaba para meterle en la ducha y lavarle de arriba abajo,  no le podía dejar así, de modo que pedí a mi compañero de al lado que echara un vistazo a mi clase, y yo me fuí con el niño hasta la consulta de su padre, que se deshizo en atenciones conmigo...
          Era una clase buena, todos ellos hijos de gente sencilla que trabajaba en el campo, principalmente en las viñas. La recogida de la uva en septiembre y primeros de octubre era primordial. El pueblo casi se paralizaba y todo el mundo ( hombres, mujeres y niños) ayudaban en las viñas. Todo el pueblo olía a uvas y a vino. En la clase los niños mayores faltaban muchísimo en aquellos días porque iban al campo a ayudar a sus padres, tíos, abuelos, y hasta que no recogían el último racimo no se incorporaban. Era tan marcado el absentismo escolar que las clases de la tarde , que según el calendario escolar de entonces debían comenzar el 1 de octubre, no empezaban hasta pasado el Pilar ( 12 de octubre). Podría decir que, en aquel lugar de la Mancha, esa era la fecha en la que empezaba el curso para los chicos mayores.
          Los pequeños, en cambio, permanecían ajenos a todo aquello, y puntualmente iban a clase todos los días. Comenzábamos a las nueve y media y salíamos tres horas después. Por la tarde la entrada se hacía a las tres hasta las cinco. A esa hora, cuando los niños se iban, yo me quedaba sola en la clase con una pila de cuadernitos para corregir y poner nuevas tareas para el día siguiente. Era un ratito que adoraba. Allí, sola y sin el bullicio de la chiquillería podía pensar y reflexionar, organizar mi trabajo y ver cómo se desenvolvían los niños con el suyo. Haciéndolo todo a mano no me quedaba mucho tiempo para decorar la clase, pero poco a poco le fuí dando otro aspecto, a ratitos  y como podía. Por la ventana se veía un antiguo molino ( de los de don Quijote), me gustaba mucho mirarlo...¡La de juegos y actividades que me pasarían por la cabeza mirando aquel viejo molino!
          El tiempo nos hace mirar las cosas de forma idílica, las trastoca y parece que " cualquier tiempo pasado fue mejor", como dice Jorge Manrique en sus famosas coplas, pero es lo que me ha quedado de entonces y así es cómo lo recuerdo. Cuando lo viví seguramente no fuera así, pero ya no puedo retroceder.
          Muchas veces me he acordado de aquella clase y de los niños. No los recuerdo a todos, pero al grupito que más sobresalía si. Ahora me pregunto qué habrá sido de ellos, dónde habrán ido a parar y en qué gastarán su vida. Haciendo cuentas ya tendrán más de treinta años, alguno puede que esté casado y con hijos, y muy probablemente me habrán hecho "abuela-maestra".

6 comentarios:

  1. Una crónica de época llena de encanto y emotividad, realista y al mismo tiempo llena de ternura...parece que estas como dibujando las escenas con pinceladas de colores ocres..por el paso del tiempo...lo has bordado,Pilara !!!!!!enhorabuena es delicioso leerte!!!!un abrazode Begoña

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  2. Gracias, Begoña. Si alguna vez saco un cuadro de todo esto, recuérdame que lo haga en color sepia. je,je. Un abrazo

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  3. Yo durante una temporada estuve trabajando como profesora de inglés en una academia de idiomas. Recuerdo con cariño a mis primeros alumnos, sobre todo, a los más pequeños. Eran tan encantadores que me parecían ángeles

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  4. Qué bellos recuerdos, has despertado a la niña que aún llevo dentro y me has recordado a la señorita Mercedes, mi primera profesora.

    Un beso!

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  5. Que linda entrada!! Guardas un gran tesoro dentro, bellas historias de tus alumnos!! Me encanta leerte!!

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  6. Muchísimas gracias por seguir mi blog y dejar vuestros comentarios

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