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sábado, 14 de enero de 2012

MI PRIMERA CLASE



          El edificio tenía  olor a antiguo, a viejo, a pueblo. Una sola planta dividida en dos clases y unos servicios en la zona trasera. Estaba  a cinco minutos andando del colegio nuevo, todo reluciente, con su patio de cemento, su calefacción, su teléfono, sus instalaciones modernas... lejos de la estufa de gas y la pizarra negra descascarillada que me había tocado a mí en suerte. Sólo dos maestros estábamos en la zona antigua. Dos maestros que habíamos llegado los últimos al reparto de cursos, los dos más jóvenes, los dos que acabábamos de empezar.
          Pero no me sentí mal por ello, estaba tan contenta y entusiasmada por haber logrado una plaza que todo lo recibía con los brazos abiertos, incluso cuando me comunicaron que los alumnos que tendría serían de cuatro años. ¡La última clase que quedaba!..Y me la adjudicaron a mí que no solo no tenía experiecia, sino que ni tan siquiera era mi especialidad. Entonces las cosas las hacían así, sin sentido. Uno estudiaba una especialidad y después impartía clase de cualquier otra cosa, para la que  no estaba preparado. Afortunadamente aquello se modificó a los pocos años.
          El primer día que llegué a "mi escuela" estaba completamente perdida y comida por los nervios. Un montón de madres con sus pequeños retoños se amontonaban a la puerta de la verja.
-Buenos días- saludé
-Buenos días-contestaron mirándome de arriba abajo sin ningún disimulo
          Los niños entraron, uno a uno, sin llorar. Parecían acostumbrados a esa situación y las madres se retiraron de inmediato. Veinte renacuajillos conté y yo sin saber qué hacer con ellos. Me vino a la memoria entoces los años de carrera y las horas perdidas estudiando los sistemas de ecuaciones en matemáticas y el "realismo mágico" en literatura ¿para qué me servía eso ahora? Ni tan siquiera la psicología del desarrollo o la pedagogía fundamental que aprendí me valían  para aplicarlas allí. Desconocia las estrategias, los métodos, los recursos de los que podía echar mano, la utilización del material ...y entonces comprendí que no se es maestro porque se tenga un título o unas oposiciones aprobadas, el maestro,además de llevar la profesión en el corazón, se va haciendo poco a poco, con la sabiduría que le da la experiencia de los años y con lo que aprende de los niños.
          Aquella misma tarde, cuando la clase quedó vacía y cerré la verja, me dirigí al colegio nuevo, a rebuscar entre los libros de la biblioteca alguno que hablara de cómo organizar una clase de infantil. Me llevé todos los que encontré, tres o cuatro, y me puse a estudiar lo que tenía que saber y no me enseñaron.
          Dividí la clase en grupos de cuatro o cinco mesas y a cada grupo le dí un nombre ( las hadas, los vaqueros, los muñecos...),hice una lista de hábitos que quería que aprendieran y después me puse con los contenidos, los conceptos, la motricidad. Todo lo que leía en los libros y me parecía buena idea lo aplicaba con mis niños, no tenía otro recurso al que acudir para recibir información y formación a la vez.
          Los niños no disponían de cuadernillos de fichas bonitas como tienen ahora, las fichas las hacía yo cada día, una a una, inventándome los dibujos. No tenían juegos ni juguetes, a penas unas pocas cajas de bloques lógicos y bolas de plastilina. Los cuentos brillaban por su ausencia, de modo que tuve que echar mano de mi imaginación para contarles historias que les gustaran. No había ni un modesto radiocassette para que pudieran escuchar alguna canción infantil, se la tenía que cantar yo ( las pocas que sabía, porque no era muy amplio mi repertorio). Las paredes estaban desnudas, vacías, desoladas, me llevé de casa unos dibujitos que tenía hechos para mis sobrinas, de personajes Disney y los coloqué, y los fines de semana dedicaba un buen rato en casa a sacar otros para eliminar la sensación de tristeza y abandono que se percibía al entrar.
          Todo esto que puede parecer tremendo ahora, no lo era tanto en aquellos años. En muchos pueblos estaban así y se veía casi con normalidad, incluso había sitios peores, como después pude comprobar. Eran otros tiempos. En las ciudades la educación se vivía de otra manera, pero en las zonas rurales todavía faltaban unos años para que se pudiera igualar.Por eso la escasez de recursos no me sorprendió demasiado, muy al contrario me estimuló para poder crearlos yo misma, y dedicaba las tardes enteras, en cuerpo y alma a esta tarea.

11 comentarios:

  1. Gracias por compartir tus recuerdos. Yo tengo un excelente recuerdo del colegio donde cursé párvulos y añoro esos días, la dulzura, el cariño de mis compañeros y la buena labor que los maestros hicieron conmigo.

    Me alegro de que la escasez de recursos no te desanimara. Eso denota amor por lo que haces el cual imprimes en cada uno de tus actos

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  2. Gracias por tu comentario, Mª Jesús. Cuando una cosa se quiere mucho no hay barreras que impidan hacerlo. Un abrazo

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  3. Me han encantado tus recuerdos, tan similares a los míos.
    No se olvida la primera escuela, ni las caritas de los alumnos/as, ni nuestras estrategias y esfuerzos, ni nuestra creatividad e ilusión...
    ¡La vocación lo es todo, permanece aún después de haber dicho hasta luego!
    Ser la "Maestra del pueblo", fue uno de los títulos que lucí con más orgullo.
    Me encanta este blog.
    Me invade de añoranza y de recuerdos.
    Un cálido abrazo.

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  4. Gracias, Juglar. Sé que estos recuerdos son comunes a muchos maestros y maestras de entonces, que sacábamos la clase a delante con muy poco.Y si, tienes razón, el primer colegio nunca se olvida, siempre es especial.Seguiremos recordando. Un abrazo, compañero

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  5. Toda tu cronica maravillosamente narrada lohe ido leyendo con una sonrisa... y he recordado mis principios tan parecidos a los tuyos.... me empapé de libros sobre educación preescolar mi "biblia" era Marta Salloti una maestra argentina que me engancho a conseguir un estilo de clase donde los niños crecian y maduraban jugando... Gracias Pilar por compartir tan bellos recuerdos de tus principios en la docencia.... Sigue adelante
    que es una delicia leerte!!! un abrazo amigo de Begoña

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  6. Es verdad, Begoña, todos hemos tenido unos comienzos parecidos. Ahora nos hace sonreír, pero en aquellos años pasamos algún apuro que otro. ja,ja,ja. Besitos

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  7. Afloran los recuerdos. Aquella primera escuela, con pupitres de madera, un crucifijo y un profesor o profesora subido a una tarima, siempre permanecerán imborrables en nuestros recuerdos.
    Soy nueva en tu blog y si he venido a visitarte, es para comunicarte que nuestro común amigo André de Artabro, está un poco delicado y a la espera de los resultados de unas pruebas que le han hecho.
    De momento, está bien y animoso.
    Abrazos.
    Kasioles

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  8. Es fantástico como nos transportas a tu primera clase.
    Me ha encantado leerte y descubrirte.
    Me quedo por aquí.
    Besos

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  9. Muchas gracias, Mientrasleo, me alegra recibir nuevos amigos.No sé si tienes blog, si es así me gustaría conocerlo. Un abrazo

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  10. pues creo yo que esa falta de recursos con la que te encontraste te permitió investigar, crear, buscar alternativas, luchar por aquello en lo que creías, ser maestra en definitiva; hay personas que rodeadas de muchos recursos no se molestan en "inventar" y se acomodan y pierden la perspectiva. un saludo amiga.

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  11. Completamente de acuerdo Docentes de El Pedroso. Un abrazo

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