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domingo, 13 de noviembre de 2011

LEYENDA DE "EL CRISTO DE LA VEGA"



          Hay en Toledo una ermita cerca de la rivera del Tajo en la que curiosamente tiene su morada un Cristo con una mano desclavada. Al no disponer de datos sobre las causas de este extraño hecho, la imaginación popular ha ido tejiendo generación tras generación una explicación que, aunque no sea fiel a la realidad, llena de romanticismo y magia el suceso, y lo convierte en una de las leyendas más bonitas que tienen como marco a esta  emblemática ciudad y que han recogido en sus escritos poetas tan importantes como José Zorrilla. Vamos a ver que dice.
Hubo en tiempos del rey Carlos I en la ciudad de Toledo, un joven soldado llamado Diego Martínez y una bella muchacha Inés de Vargas. Ambos, hacía tiempo que se profesaban un gran amor, y eran ya propiamente marido y mujer, según las reglas del matrimonio secreto. Sin embargo, la joven doña Inés, noble de nacimiento, quiso que lo que ambos habían consumado se hiciese público, y estando una tarde paseando con don Diego, por las riberas del Tajo, en una zona que llaman La Vega, la muchacha pidió a su amado que le jurase que se casaría con ella. Tanto insistió que, al final, los amantes se colocaron ante la imagen del Cristo que presidía el templo de la Vega, y allí don Diego Martínez juró, a los pies de la cruz que se casaría con doña Inés a la vuelta de las guerras con Flandes.
          Don Diego partíó y los meses y años transcurrieron sin que doña Inés tuviera noticia alguna. Ella esperaba siempre con la mirada puesta en la ventana, la vuelta del soldado que le había dado su palabra de matrimonio. Por fin, pasados tres años, doña Inés vió llegar las tropas españolas que volvían, y loca de alegría salió corriendo de su casa a recibir al amado. Pero se encontró con un Diego altivo, orgulloso y olvidadizo hasta el punto de no reconocerla.
La pobre Inés, después de rogarle y suplicarle sin obtener respuesta, acudió a la justicia. El gobernador de entonces, don Pedro de Alarcón, tras oir sus quejas con atención, mandó llamar a don Diego
- Si conozco a esta mujer, pero nunca le he jurado matrimonio. Lo niego- respondió
-¿Teneís algún testigo?- preguntó el gobernador a Inés- Si no es así no se puede poner en duda la palabra de un capitán.
La pobre dama engañada, desesperada y con los ojos arrasados en lágrimas, contestó
-¡Si, tengo un testigo!¡ El Cristo de la Vega!
Al día siguiente, una comitiva de jueces, escribanos, y mirones se dirigieron a la ermita donde tenía su morada tan alto testigo, para tomarle declaración.
- Hijo de María ¿juras que es cierto que don Diego Martínez dió aquí, en tu presencia, la palabra de matrimonio a doña Inés de Vargas?-preguntó el notario, mientras acercaba hacia Él la Biblia.
Y una voz sobrenatural que llenó todo el recinto, exclamó:
-¡Si, juro!
Y entonces la imagen despegó de la cruz una ensangrentada y desgarrada mano que posó sobre el libro sagrado.
Sobrecogidos los presentes, quedaron mudos,y don Diego, tembloroso, cedió y cumplió su palabra con doña Inés. Aunque también hay quien dice que ambos, espantados ante el prodigio, decidieron profesar como religiosos en uno de los numerosos conventos que alberga la ciudad. Lo cierto es que la imagen del Cristo de la Vega ha permanecido siempre así, con el brazo desclavado.

                                                
  

4 comentarios:

  1. Toledo e trae muy buenos recuerdos, esa capilla la visité en su tiempo, el "MIRADERO" también ;-).

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  2. Así es amiga mia
    La historis ,la leyenda la cuenta así
    Hace muy poco lleve a mis consuegros a la hermita y les conté la historia
    Una historia
    de justicia del cielo ya que en la tierra hay muy poca
    A ver si se recauda dinero para ponerla en buén estado
    Es una pena que la visiten tán poca gente
    Es bellisima
    Gracias por compartir
    Besitos Victoria

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  3. Me gusta mucho este blog. Creo que me voy a hacer seguidor

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  4. muy bien contado, con mucho gusto
    saludos blogueros

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