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sábado, 27 de agosto de 2011

EL CRISTO DE LAS CUCHILLADAS

           Las calles, callejuelas, callejones y placitas con las que está trazada la ciudad antigua de Toledo son el caldo de cultivo perfecto para todo tipo de historias, cuentos y leyendas que, llegan a embrujar de tal manera al que las lee o escucha,  que ya no sabe si aquello ocurriría de verdad o no y le deja por siempre con esa inquietante incertidumbre
          Eso ocurre con esta antigua leyenda que, según cuentan sus buenas gentes, ocurrió por la segunda mitad del siglo XV.
          Por aquel entonces era famosa la rivalidad entre dos grandes familias toledanas: Los Ayala y los Silva. Los Ayala eran partidarios del infante Don Alfonso, mientras que los Silva lo eran del rey Enrique IV. Y esta rivalidad existente entre las dos hizo de la ciudad escenario de eternas luchas y escaramuzas.
          Cerca de la Catedral se encuentra una de las más bonitas y pintorescas plazas que adornan Toledo, la Plaza de San Justo, zona muy relacionada con los templarios y con encantamientos y cuevas. Hacia ella se dirigía por la noche Don Diego de Ayala, noble capitán que se disponía a visitar a su amada Isabel, que vivía en una callejuela cercana a la plaza. Unos pobres candiles daban luz al camino solitario que nadie se atrevía a recorrer a esas horas y en tiempos tan revueltos.Al pasar por la puerta de la iglesia que preside la plaza y le da su nombre, Don Diego descubrió su cabeza en señal de respeto y recogimiento, y fue en ese mismo momento cuando oyó los gritos de una dama pidiendo socorro.
    
          Al momento, y sin saber de quién se trataba, se cubrió la cabeza, desenvainó su espada y tomando la capa a modo de escudo, se dispuso a plantar cara a los agresores. Sin embargo, quedó paralizado cuando descubrió que la dama en apuros era su prometida Isabel, y los miserables que querían raptarla los hombres de Don Lope de Silva, su eterno enemigo.
          Se estableció entre ellos una lucha desigual, pues eran cinco espadachines contra uno y Don Diego, pese a que era un afamado luchador, solo consiguió arrebatar a Isabel de sus garras de un empujón, y protegerla con su propio cuuerpo.
          Las hojas de las espadas tocaban a muerte, pero Don Diego no se rendía, y trataba de evitar que alguna mala estocada diera a su amada.
          Al fin, agotado, no tuvo más remedio que retroceder, y viéndose acorralado contra la pared de la iglesia, elevó su mirada hacia el cielo pidiendo auxilio, más por la vida de la mujer que por la suya propia. Y al momento, como si te una cortina se tratase, las paredes del templo se abrieron y succionaron hacia dentro a la pareja. Después se cerraron como si nada hubiera ocurrido.
         Don Diego y Doña Isabel, en el interior de la iglesia quedaron atónitos, sin saber si abrazarse o postrarse de rodillas agradecidos a Dios. Mientras, en el exterior, los cinco hombres rabiosos la emprendieron a estocadas contra la pared de la iglesia.
         Inmediatamente las campanas comenzaron a sonar bulliciosas, y la plaza se llenó de vecinos sorprendidos por el fabuloso milagro. Los sicarios de Silva fueron apresados y juzgados, mientras que Diego e Isabel celebraron su boda pocas semanas después en el mismo altar que les había salvado la vida.
        Hasta no hace mucho se podía ver en el rincón donde ocurrieron los hechos una pequeña hornacina con un Cristo, pero las rehabilitaciones de los últimos tiempos lo taparon y en su lugar aparace hoy esta placa como testimonio del milagro que, según dicen sus gentes, aquí tuvo lugar
                                                                                                                                                                                              
Placa de la Leyenda

martes, 23 de agosto de 2011

INFANCIA


                                                                                     En las tardes de verano, me viene al recuerdo, los juegos que hace mucho,mi infancia distrajeron.
          Y me viene a la memoria, aquel pequeño arroyo, cerca del camino viejo, donde refrescaba los pies en verano, mientras hacía volar mis sueños..."¿qué seré de mayor? enfermera, maestra, escritora, viajera..¡Ah, ya sé!¡Ya lo tengo! ¡Hada de los Cuentos!
          Y recuerdo el amarillo del campo, sediento de agua y muy seco, bajo un sol que abrasaba, entre pedregales y lagartos viejos.
          Y en las noches estrelladas del verano, y en las largas y frías del invierno, oígo las historias de mi abuelo, que con su eterno cigarro y su bastón entre los dedos, hablaban de guerra, de segadores, de luchadores de otro tiempo.
          Y recuerdo la  voz dulce de mi madre, avisándome para el almuerzo, y a mi padre trabajando, afanoso en sus inventos.
          ¡Y cómo olvidar a los Reyes Magos! a los juguetes y muñecos, a las amigas del colegio. Las risas, los cantos, y algún que otro circo viajero.
          ¡Cuánto recuerdo se agolpa en mi cabeza! Voy de uno a otro sin quererlo. Los acaricio, los saboreo, los beso...y después, con un nostálgico suspiro, los devuelvo al baúl de los recuerdos.
( Texto dedicado a José Antonio del Pozo, excelente escritor y amigo internauta)

sábado, 20 de agosto de 2011

LA ESCUELA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX EN CASTILLA LA MANCHA





       Quizá porque soy maestra, quizá porque soy una nostálgica
 empedernida y me atrae el sabor a lo de antes, o quizá por las dos cosas...hoy voy a estrenar este rinconcito del pasado hablando de la escuela de nuestros abuelos, tan distinta, tan alejada del sistema educativo actual...
          Para empezar las diferencias eran grandes entre las escuelas de ciudad y las de pueblo. En las primeras los niños iban hasta los diez o doce años y estaban mejor dotadas de recursos. En los pueblos la actividad escolar era casi nula, los niños iban hasta los ocho o nueve años, y después se los llevaban a trabajar en el campo. En ambas aprendían las cuatro reglas, que consistían en saber sumar, restar, multiplicar, medio leer y escribir algunas palabras con escritura indecisa.Y eso los que podían, porque muchos ni tan siquiera tuvieron la ocasión de asistir, pues ya desde bien pequeños se les requería para ayudar con el trabajo en casa, sobre todo en el medio rural. Algunos en época de vendimia o de aceituna lo dejaban temporalmente, hasta que se acababa la recogida y después volvían a las clases donde lo habían dejado.
         Los alumnos se agrupaban en algún edificio o casa destinada para este fin, pero ¡ojo! los niños por un lado con su maestro, y las niñas por otro con su maestra. Y en los sitios donde la población era muy abundante, podían juntarse en una clase alrededor de cincuenta.

          La religión tenía un peso importantísimo en todo el quehacer escolar de entonces. Había oraciones para todas las horas del día, y para todos los santos y santas. Un  método muy utilizado para aprender las lecciones era a través de canciones. Así se aprendían las tablas de multiplicar, los ríos y montañas del país, las oraciones, y también las canciones de corro, las poesías, los romances...
          Cuando algún alumno no se sabía la lección o se portaba mal, se le castigaba poniéndolo de rodillas, con los brazos en cruz, mirando cara a la pared sin hablar con nadie o dándole algún palmotazo en la mano o el culo.
          En invierno no había calefacción, y se podían considerar con suerte las escuelas que contaban con alguna estufa de leña, aunque fuera en estado precario. Antes de entrar había que cargarlas y encenderlas. Utilizaban las cepas de viña que aportaban los propios alumnos ( el que podía), y en los casos que no tenían estufa, a los niños y niñas se les permitía llevar una braserilla, que consistía en una lata grande de sardinas llena de brasitas de leña, con una tapadera y un asa, para poderla llevar sin quemarse. Con ello tenían, al menos, los pies calentitos.
          ¿Y qué decir del material didáctico?
          Era, como todo, muy básico. Consistía principalmente en lapiceros, cuadernitos, pizarrines, tizas, tinteros, plumas para escribir, algún mapa de plástico amarillento de tanto uso. Los libros eran muy escasos, y había un único libro, tipo enciclopedía, que utilizaban los alumnos y  que contenía todo lo que debían saber.
          Se sentaban en pupitres de madera que tenían un agujerito en una esquina para meter el tintero, o a veces, en bancos alargados en los que cabían tres o cuatro niños.
          A grandes rasgos esta fue la escuela de nuestros mayores. Una escuela ya olvidada y muy distinta a la de ahora. Pero es curioso comprobar, hablando con sus protagonistas, hoy ya viejecitos y algunos  incluso desaparecidos, el valor que daban al saber y la cultura y cómo algunos se lamentan de no haber podido ir a aprender " las cuatro reglas" porque las circunstancias económicas de su familia no se lo permitíeron.En todos los casos envidiaban a los que tenían la enorme suerte de asistir diariamente.
          He dejado para otra entrada el tema de los maestros porque me parece que merece una atención especial. Sabremos quienes eran, cómo vivían y de qué manera se les permitía trabajar.

sábado, 13 de agosto de 2011

BIENVENIDA

          Este es el segundo blog que hago. Quedé tan entusiasmada con el primero, CUADERNO DE COLORES, que ahora ya voy a por el segundo.
          Siempre he tenido ganas de recoger las historias, costumbres y tradiciones de antes. Lo que vivieron nuestros abuelos en épocas pasadas siempre ha tenido sobre mí una poderosa atracción. Ahora me gustaría hacer una recopilación con todo y darlo a conocer a aquellos que se quieran asomar a este rinconcito.
          Este será el lugar en el que quedaremos para contarnos todos nuestros recuerdos, los de nuestra infancia y los de la infancia de otros que ya se fueron. No es un blog para que yo escriba, sino para que lo hagáis vosostros, con todo el material que recojáis y recordéis, de cuentos, tradiciones, canciones infantiles, adivinanzas, refranes, leyendas...cada uno de su lugar de origen. Las páginas de este blog estan de momento vacias, aguardando a enriquecerse con vuestros regalos ¡Este el blog de todos!
          Creo que es una bonita forma de hacer que no se desvanezca esa valiosa literatura popular con el paso del tiempo y que perdure en la memoria nuestra y de las generaciones venideras.Además es un trabajo precioso para ponerlo en marcha con los niños en clase y hacer un pequeño proyecto.
         ¿Os animáis a particiapar?
         Estaré esperando vuestras aportaciones con los brazos abiertos. Solo tenéis que mandármelas a mi e-mail y las veréis florecer en este blog con vuestro nombre y lugar de origen.
¡Muchísimas gracias!